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En el cuarto

Ayer fui al lugar que tanto te gustaba, en el que desatábamos nuestras pasiones y el tiempo se hacia tan breve por el ansia de dos amantes por comerser a besos. Ese con una gran hamaca donde te columpiabas recordando tu infancia, anhelando el mar que tanto nos gusta a los dos, contándome historias que parecían novelas. Algún día serás un gran escritor.

Recordé detenidamente cada rincón que nos perteneció, y el calor con el que inundábamos todo. Recuerdo cada una de nuestras muchas visitas a ese lugar. Recuerdo también tu cara, tus manos frías y temblorosas, tus labios gruesos y perfectos, tus palabras tan quedas que parecían oraciones hacia mí.

Pero el sueño fue ayer e imaginé que el calor era tuyo, que la piel era tuya, que los besos que me recorrían eran los tuyos. Cerré los ojos y pensé que el amor que nacia en ese espacio era aquél que me profesabas. Lo único que pudo hacerme despertar fue el olor de un extraño, un aroma que no era el tuyo.

Pero eso no importa, porque cada noche sigo perdiéndome en mi imaginación, apretándo los párpados y sintiendo tu olor entre los labios y la punta de mi nariz...

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