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Funeral

Mañana es tu entierro. Llevo cinco días velándote, uno por cada día que tu boca pronuició mi deseo y otro más por lo que me debes. He rezado tu nombre entre mis labios, suplicando porque tu olvido sea más pronto que mi entrega.

Mañana es tu entierro y ya no podrás robarme entre las noches para tejer en mi espalda ilusiones, recorrer mi cuerpo con el temblor de tus dedos y fundirte en mi sexo.

No lograré más engancharte con la carnada de mis piernas, detener el tiempo en tu cuarto color a sangre y con olor a ti. No habrá más tacones en el suelo, ni lámparas mágicas, estrellas, plantas, libros, almohadas de plumas, nuestro calor entre tus sábanas, ni recuerdos de ti. Desprenderé de mi memoria tu retrato, olvidaré el sonido de tu voz, lavaré el sabor de tu saliva y lijaré las estrías con las que marcaste mi piel.

Te llevaré una flor cada día hasta tu tumba, después cada semana, cada mes, cada año, hasta que te diluyas en mis recuerdos y las azucenas se pudran solas y se confundan en tus restos.

Para honrar tu memoria no habrá más agua de mar. Compraré una libreta nueva donde amargamente pueda llorar las letras que me hagan reinventarte hasta que no pueda más y te hagas invisible para mí.

Mañana es tu entierro, y tu muerte me encontró inesperada, con las palabras quemándome en la punta de la lengua esperando la próxima vez. Por eso vaciaré todo lo que dije sin hablarte. Pero no temas que te duela, porque mañana es tu entierro y los muertos no pueden leer.

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