RSS

Luz de día

Saberte aquí es la mayor tentación que pueda existir. Eres como una maldición de la que no me logro liberar, y no quiero. Cierro los ojos, me concentro y siento tu olor entre los labios y la punta de la nariz. Te escarbo, te encuentro, te saco.

Te tengo, me arrepiento, vuelves a ser un hombre de carne y hueso, te desprecio y te guardo en lo más profundo de mi buró.

Pero es tu juego favorito, convencerme, los haz dicho siempre y para siempre. Entonces recuerdo tu cuarto pintado de ti, de nosotros, de estrellas y canicas, tu cama, mi lugar favorito, con plumas, almohadas y tu cuerpo junto a mi.

Nuestras pieles, gemelas, no se resisten. Caigo una vez más y me deshago encima, debajo, a un lado de ti. Duramos una eternidad, un segundo, nada. Somos lo más etéreo que pueda existir, no somos tu y yo, ni tú y ella, ni la otra, ni el otro, ni Martina, ni Ulises. Repites mi nombre al oído, me abrazas, te amo, me endiosas, te idealizo.

Y así hemos estado perdidos, varados por años en nuestro amor que no es amor, que es pasión, estrella fugaz que se repite perennemente para consumirnos por más lejos que estés, por más profundo que te entierre.

Siempre habrá un minuto en el cual podremos detener el tiempo, reconstruirnos y decirte cuánto quería que ésto pasara una vez más, y otra vez más...

0 comentarios: